
E Lola Forner, de Miss España al séptimo arte S guapa, pero su belleza tiene ahora un poso de madurez en el rostro; se mueve con donaire elegante que deja, sin embargo, la sensación de que algo inquieto navega por los fondos. Será que Lola Forner ha dejado ya aquel entusiasmo que vivió al ser nombrada Miss España cuando nacía la década de los ochenta, y se plantea el reto de tocar el límite de su capacidad como actriz. Hija de madre guionista, imbuida en un ambiente de cine y de teatro, empezó a ponerse la careta de los personajes en funciones escolares. Los amigos la animaron a pasear su garbo por la pasarela de las misses y cumplió lo esperado. Tras el premio llegaron los contratos y los viajes. Trabajó en publicidad y en cine, viajando por Japón, Italia, París y México, hasta que se planteó el colorín colorado para cambiar de cuento. Ahora, Lola Forner mira mucho hacia adentro. Ha ido almacenando la experiencia necesaria, como una abeja que recoge el polen en un campo al sol y siente llegada la hora de volver a la colmena para dar cuerpo a