—¡Detente! ¡Ey! —No importa cuanto corra, no puede compararse a mi agilidad y se queda atrás. Cabe aclarar que se lleva varias personas por delante con sus pasos torpes. Todo esto me provoca cierto regodeo, y no puedo disimular aquella gran sonrisa que se dibuja en mi rostro.
Pude alcanzar a llevarla a un callejón, mientras la veía entrar con cierto temor. Me reí e incliné mi cabeza ante la idea de sentir su piel cortada por mí, una risa de excitación más que nada. Y es que hace tiempo no me robaba una vida y esta ocasión era perfecta.
Poco a poco sus pasos la adentraron, mientras yo la veía desde las sombras y podía inhalar su muerte. Intentó desesperadamente buscarme con la mirada, sin encontrar nada, y entonces empecé.
Una danza sutil de afiladas cuchillas pasaron frente a sus ojos, enredándola, atemorizándola. Me paré frente a ella a la vez que mis dedos jugaban con los finos hilos, sin que ella los percibiera.
Sus lágrimas rodaron por sus mejillas, y en cambio yo, disfrutaba todo aquello. Sólo bastaba un pequeño jalón y todo habría acabado.
De repente comencé a oír varias voces acercarse al callejón. ¿Cómo no me di cuenta que su llanto atraería a tanta gente? Maldición, debía actuar rápido o no actuar. Volví a mirarla y su expresión se volvió seria, entonces me di cuenta que pretendía gritar. No mientras yo estuviera aquí, no debería hacer enojar a un Príncipe.
Sin embargo su mirada se hacía más intensa, poniéndome más nervioso, y escuchando a las voces acercarse cada vez más. Sólo contaba con escasos segundos para matarla, el mismo tiempo en que ella gritaría seguro. Pero me ganó de mano.
Gritó tan fuerte que me hizo perder la concentración, y mis cuchillas cayeron al piso. Tan agudo que no me di cuenta cuando sin querer dejaba caer las llaves. Y con tal angustia que las personas se acercaba más deprisa.
Entonces no lo pensé dos veces, debía disimular y callarla. Así junte mis labios con los de ella, mientras la aprisionaba contra la pared en la oscuridad. Cualquiera pensaría que su grito no fue de dolor, si no todo lo contrario. Mientras tanto podía sentir el dulzor de su boca, y la suavidad de ella. No podía creer que ésta frágil criatura me hubiera vencido, y ahora me tuviera en éste beso.
Un beso en donde al principio fue por desesperación, pero luego me deje llevar. Hasta un Príncipe como yo puede sentir otro tipo de felicidad, algo más que sólo cortar.